Al final, de lo que se trata en todo este asunto es de la necesidad de controlar y de saber usar la propia mente para que favorezca el que logremos una vida mucho más sana, plena y feliz, que es algo que todos deseamos y buscamos, la inmensa mayoría de las veces a tientas y, por eso mismo, con resultados poco fiables o satisfactorios.
Es dentro de este propósito que siempre he practicado la Plena Atención en mi vida y que ahora comparto con vosotros y vosotras cuanto he aprendido y logrado al respecto.
Lo único que busco y que puedo aportar es eso mismo: contribuir a que quienes leáis o sigáis este blog encontréis, a través de él, formas de avanzar en lograr una mente que trabaje a favor de vuestra felicidad y plenitud en la vida, pues la mente es la base misma de cuanto experienciamos en la existencia; es donde se "siente" la existencia misma.
Y cuanto más atenta, serena, clara y lúcida esté la mente, más nos proporcionaremos a través de ella una existencia sana, provechosa y feliz, en definitiva.
Es fundamental entender esto para comprender el alcance de lo que la Plena Atención puede aportarnos y para captar el enfoque básico que hará de nuestra práctica de la misma algo eficaz y con pleno sentido.
Nunca insistiré lo suficiente en que la llave de la felicidad y la infelicidad personal reside ante todo en cómo usamos nuestra mente, siempre dando por descontado (por su obviedad incuestionable) que las necesidades biológicas y sociales básicas estén cubiertas en niveles dignos. Pero incluso las situaciones más desagradables y hasta dramáticas de escasez, opresión, etc., se vuelven más tolerables y con mayores posibilidades de encontrarles solución y salida si nuestra mente trabaja a nuestro favor que si nos boicotea cualquier posible acción de mejora.
Evidentemente, el cultivo de la Atención Plena es un proceso y, como tal, algo progresivo. Exige un trabajo continuado, regular, "serio" (que no "grave", sino sumamente placentero en la inmensa mayoría de las ocasiones) y consciente.
Tiene mucho de entrenamiento progresivo, sólo que en vez de serlo con el cuerpo y con elementos externos a nuestra propia persona, lo ejecutamos con nuestra propia mente, con el conjunto de procesos y fenómenos psicofísicos que la conforman en cada momento.
En nuestra cultura se nos ha entrenado y entrena (y muy bien en general, por cierto, hay que reconocerlo) para manejar, controlar y usar la realidad "objetiva" o "externa" de manera que satisfagamos aceptablemente nuestras necesidades, siempre crecientes en tamaño y complejidad; pero se nos deja bastante ignorantes y desentrenados en cuanto a cómo manejar nuestra propia mente para experienciar una existencia más plena, eficaz y feliz. Es como si se diera por supuesto que sabremos hacerlo de manera espontánea, lo que es un grave error o "descuido" inintencionado, como bien nos demostramos a diario y corroboran las consultas de salud mental, siempre bien saturadas de pacientes que parece que no hayaron por sí mismos el camino adecuado.
Las personas que, desde tiempos bastante remotos, han ido desarrollando el cultivo de la Atención Plena, se dieron cuenta de que es necesario volverse hábiles y capaces en el arte de controlar determinadas cualidades y facultades mentales si queremos ser mínimamente felices, y se empeñaron en la labor de desarrollar lo necesario para ese logro. Aprovechemos su legado, pues sólo va en nuestro beneficio y en el de las personas a las que amamos, que serán más felices si nosotros también lo somos.
Para contribuir a ello, hoy comparto con vosotros y vosotras un ejercicio que aborda la atención en las sensaciones. Recordad que todos estos ejercicios de atención "especializada" en determinados aspectos, son básicos para entrenar y ampliar progresivamente la facultad de la Atención Plena, tan conveniente para alcanzar el objetivo mencionado a lo largo del blog, haciéndola cada vez más aguda, profunda e integral.
Para practicarlo, lo hacemos, como de costumbre, en un lugar tranquilo y adoptando alguna de las posturas descritas en esta entrada del blog. En esta ocasión no usamos la vela. Mantenemos los ojos cerrados, semicerrados o abiertos, pero siempre cómodamente relajados, sin fijar la vista en nada en concreto, sino dejando que la vista "se pose" suavemente sobre el suelo frente a nosotros, manteniendo, eso sí, el cuello relajadamente recto, sin tensiones.
Así sentados, respiramos, simplemente, por la nariz y abdominalmente (no torácicamente), observándonos mentalmente, de manera relajada, pero atenta, así sentados y respirando, sin más. No complicamos la cosa con pensamientos y razonamientos.
Sencillamente estamos ahí sentados respirando y observándonos mentalmente mientras lo hacemos. Como cuando de niños nos quedábamos absortos observando el vuelo de alguna mosca o mosquito en la habitación.
La atención está presente y aplicada a ello, pero no de manera tensa, sino relajada y abierta, receptiva a la experiencia de las sensaciones según se están produciendo.
Entendemos en este caso por "sensaciones" a las del cuerpo y la mente que se puedan tildar o nombrar como "agradable", "desagradable" o "neutra" (esto es, ni agradable, ni desagradable), sin más epítetos o características que esas de ser agradables, desagradables o neutras.
A lo largo de la sesión de práctica del ejercicio, aparecerán, bien en nuestro cuerpo, bien en nuestra mente, sensaciones de esos tres tipos. Al principio notaremos mucho más las desagradables; poco a poco, con la práctica, lograremos detectar las agradables y las neutras con suma facilidad y precisión.
Pues bien, cuando eso suceda y notemos una sensación corporal o mental, la nombramos mentalmente. Por ejemplo "sensación corporal dolorosa (o desagradable) en mano izquierda"; o "sensación mental agradable de satisfacción", etc. No lo decimos en voz alta; sólo mentalmente. Es como si la "anotáramos" nada más percibirla, mientras la estamos percibiendo o experienciando.
Acto seguido, con toda naturalidad, volvemos a la atención a nosotros sentados respirando, sin más.
Esto cada vez que notemos una sensación aparte de la mera atención a la respiración sentados.
Hacemos esto durante unos diez minutos, con breves descansos intercalados si fuera necesario (como "tiempos muertos" del baloncesto, por ejemplo; para descansar y no fatigar el cuerpo y la mente demasiado, lo que sería contraproducente). A medida que progresemos en la práctica, iremos aumentando el tiempo de ejecución del ejercicio.
Como siempre, tras dar por concluida nuestra sesión, procuramos mantener la mente lo mejor posible en el estado de serenidad y lucidez obtenido gracias a la práctica, para prolongarlo, sin tensiones y en lo posible, en la vida cotidiana.
Es recomendable practicar dos sesiones en el día, a diario o cada pocos días, de manera regular, periódica.
Así, damos un paso más en el cultivo de la Atención Plena en la vida cotidiana, con todos los beneficios que ello va aportando.
Un saludo y hasta muy pronto. Felicitáos por tener la oportunidad de avanzar en este cultivo, pues hay motivos para ello, os lo aseguro.
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