Hace unos días, durante una conversación con una amiga, ésta me planteó esta pregunta, más o menos: "¿Qué tiene de bueno eso de distanciarse de las cosas al meditar?"
Es una pregunta que, en mi opinión, parte de un malentendido que temo es muy frecuente entre quienes se están aún acercando a la Atención Plena, entre quienes la "estudian" desde fuera, como un mero objeto de estudio o, incluso, entre quienes la contemplan como un método de ayuda psicológica para superar momentos de dificultades en la vida. Y, si bien es cierto que Vipassana ayuda a adquirir una actitud mucho más sana ante la existencia, su objetivo no es ayudar a "distanciarse" de las emociones ni de las experiencias dolorosas o desagradables, haciéndolas así más soportables.
Cierto que el desarrollo de lo que denomino "mente Vipassana", de la Atención Plena, trae consigo una mayor capacidad para afrontar todas las experiencias (no sólo las dolorosas o desagradables) con una actitud mucho más cuerda, sana y positiva, y la consiguiente reducción o incluso erradicación de todo sufrimiento inútil, pero eso no es porque nos entrene, ni muchísimo menos, para saber "distanciarse" de las cosas, de las experiencias, las emociones, etc., lo que equivaldría a distanciarse de la vida, de nuestra propia vida y de nuestra naturaleza humana, de por sí apasionada y emocional, y no sólo racional.
Eso de abstraernos y distanciarnos de las cosas "reales" ya lo hacemos de forma magistral con nuestra mente ordinaria, abandonada a su caótica actividad espontánea.
Eso de abstraernos y distanciarnos de las cosas "reales" ya lo hacemos de forma magistral con nuestra mente ordinaria, abandonada a su caótica actividad espontánea.
Para escapar de la vida, de la realidad, no hemos de hacer nada extraordinario; tan sólo basta con dejar la mente en su estado habitual: la dispersión continuada, quebrada sólo en momentos puntuales y de manera, demasiado frecuente, involuntaria, tal como ya expliqué en esta entrada anterior. La
realidad queda entonces como "de fondo", como una fantasmagoría tras
una espesa cortina de "comeduras de coco" constantes y compulsivas.
De lo único que te distancia Vipassana, no es de la vida, sino de la "falsa realidad" que tu mente está creando a cada instante, la mayoría de las veces sin que te des ni cuenta.
Vipassana trae tu mente a la visión y vivencia directas, claras, lúcidas e intensas de cada experiencia, según se está produciendo, según la estás viviendo. Y eso es cuerda y maravillosamente diferente de "distanciarse de las cosas". Y es con esa intención y con esa actitud que yo cultivo y comparto la Atención Plena. No soy un monje, ni un místico, sino alguien que busca vivir más sana, plena y felizmente, ayudando como buenamente puedo a otros a lograrlo.
Vipassana, Mindfulness o Atención Plena no es "abstraerse" de nada. Es agudizar la atención a lo que estás viviendo aquí y ahora. Y eso es todo lo contrario de abstraerse o de distanciarse de la vida, de la realidad y de tu humanidad.
En realidad, es de una enorme simplicidad: mediante la Atención Plena, llevas a tu propia mente desde la atención involuntaria a la actividad caótica que tiene habitual y espontáneamente, a una atención y vivencia deliberadas, lúcidas y sanas a todo cuanto estás viviendo, experimentando, aquí y ahora. Y con la atención, también cambian de foco las principales capacidades y funciones mentales, perceptivas y cognitivas.
Y esa simple variación de la atención, supone, en consecuencia, un cambio espectacular en el estado de tu mente y en cómo vives cada cosa, en el conocimiento y sabiduría que extraes de la vida, así como en el "sabor" que extraes de cada instante vivido, según está transcurriendo en su extremada fugacidad y en su ilimitud de matices.
¿Es eso "distanciarse" de la vida y de las cosas de ésta? Por propia experiencia, te puedo decir que es todo lo contrario... maravillosa y afortunadamente.
Por tanto, no tengas miedo de practicar y de desarrollar la Atención Plena, que no te hará "apático", frío, ni distante, sino cálida y sanamente humano, vivo y, en el fondo, cuerdo y feliz; lleno de una inagotable fascinación por el simple hecho de vivir, sentir, conocer e interactuar con la realidad así de cuerda, sana y profundamente sentida y conocida en cada "aquí y ahora".
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