Normalmente estamos viviendo algo muchísimo menos real de lo que, en principio, creemos.
No estamos viviendo "la vida"; ni siquiera "nuestra vida". Estamos viviendo, experimentando realmente, los contenidos de nuestra mente, aquello en lo que nuestra mente aplica su atención y demás funciones y capacidades en cada instante.
Damos por sentado que todo el contenido de nuestra mente y de nuestro pensamiento procede de la realidad, que se ajusta a ella con precisión casi perfecta o, al menos, muy aceptable. Después de todo, la mayoría nos las apañamos más o menos bien en la vida "real". ¿Verdad?
Pero... ¿Es así? ¿Nuestra mente está de verdad funcionando de la mejor manera posible para que gocemos de una vida mucho más plena, feliz, hábil, satisfactoria, sana, realista y eficaz?
Pero... ¿Es así? ¿Nuestra mente está de verdad funcionando de la mejor manera posible para que gocemos de una vida mucho más plena, feliz, hábil, satisfactoria, sana, realista y eficaz?
Si somos sinceros con nosotros mismos y damos un vistazo al contenido de nuestra mente en cada momento, hemos de reconocer que normalmente la tenemos ocupada en un torrente inagotable de pensamientos, que se encadenan unos con otros y que sólo muy excepcionalmente corresponden de verdad a lo que está aconteciendo en este preciso momento y lugar, aquí y ahora, y requiriendo de nuestras mejores capacidades.