Si habéis ido practicando los ejercicios para el
cultivo de la atención plena que he compartido hasta el momento con
vosotros y vosotras, seguramente habréis empezado a ser conscientes
de algo que hasta ahora, muy probablemente, os había pasado
desapercibido: la enorme cantidad de pensamientos que, de forma
espontánea, se suceden en la mente sin posibilidad aparente de
control, de manera que experienciamos una constante distracción
respecto del objeto al que deseamos aplicar la atención. Cuando nos
queremos dar cuenta, estamos con la mente "en otra cosa".
¡Enhorabuena si eso os ha sucedido! Felicitaros, pues ese es un primer fruto del cultivo de la Atención Plena. Habéis empezado a daros cuenta de algo que os estaba sucediendo sin siquiera advertirlo. Habéis empezado a vivenciar que vuestra mente va "a su bola", va "a lo suyo" mucho más de lo que sería conveniente y deseable.
¡Enhorabuena si eso os ha sucedido! Felicitaros, pues ese es un primer fruto del cultivo de la Atención Plena. Habéis empezado a daros cuenta de algo que os estaba sucediendo sin siquiera advertirlo. Habéis empezado a vivenciar que vuestra mente va "a su bola", va "a lo suyo" mucho más de lo que sería conveniente y deseable.
Aparte de eso, ese vagar de la mente a su propio
ritmo es completamente normal en el inicio del cultivo de la Atención
Plena, pues nunca hemos ejercitado de manera sistemática las
facultades mentales de la concentración y la atención, con lo que
dificilmente podemos entonces controlarlas, y la naturaleza de la
mente y sus funciones la llevan tanto a pensar casi sin cesar como a
enfocarse de manera constante en multitud de diferentes objetos.
Y esto, en principio, no es "malo"; es
más, es necesario para la vida; pero lo que no es necesario es que
ese constante saltar de un objeto o pensamiento a otro sea algo
caótico, totalmente espontáneo y casi imposible de controlar, sobre
todo cuando necesitamos centrarnos en algo concreto con el propósito
que sea (conocer en profundidad algo; reflexionar a fondo sobre un
tema; relajarse física y mentalmente; calmar o erradicar una
obsesión; atender a alguien que requiere de toda nuestra antención;
estudiar para un exámen, y tantas situaciones cotidianas en que nos
sería muy conveniente y beneficioso dejar la mente centrada en algo
voluntariamente durante el tiempo que nos sea necesario).
Tampoco debemos olvidar que son los pensamientos que
tenemos (todo aquello que "nos decimos a nosotros mismos" en cada momento) los que determinan nuestras emociones y
sentimientos, y no lo que "nos sucede" o "nos hacen"
los demás, como errónea y un poco infantilmente tendemos a creer.
De modo que si nuestros pensamientos vagan a su antojo sucediéndose
unos a otros sin control ni criterio claros, nuestras emociones y
sentimientos serán igual de caóticos, misteriosos e
incontrolables.
¿Os resulta conocida esa sensación de
incontrolabilidad de las emociones o de que son los demás y lo que
nos sucede los que determinan cómo nos sentimos? Seguro que sí, a
lo que se une la frustración que experimentamos cuando aparecen en
nosotros estados emocionales desagradables y no deseados, o cuando un
sentimiento o emoción de felicidad o agradable se desvanece para
dejar paso a otro mucho menos deseable.
Bien, pues para vivir más plenamente y disfrutar
más plenamente de la vida, es necesario lograr un mayor control
sobre el flujo incesante de pensamientos y emociones (derivadas de
aquéllos) que tenemos; esto es, que debemos lograr aumentar la calma
mental, el estar relajadamente atentos, vivos y despiertos.
Así, para avanzar en el cultivo de la atención
plena (que trae consigo una vida más plenamente vivida y gozada),
debemos aprender a disminuir la agitación mental y emocional, que
surgen de manera directa de permitir a la mente (por no saber cómo
evitarlo, por pereza o por el motivo que sea) saltar caprichosa e
incesantemente de un tema a otro, de un pensamiento a otro y de un
objeto a otro. Es ese descontrol sobre el vagar errante de la propia
mente la causa básica de la agitación mental y emocional, además
de serlo de las constantes distracción y dispersión que casi todos
experimentamos.
Como podéis ver, de todo ello queda claro que las
facultades de la atención y de la concentración están muy
relacionadas. Por tanto, hay que aprender a cultivar la concentración
también para avanzar en la Atención Plena y, con ambas, en la
capacidad de vivir y disfrutar más plenamente de la existencia.
Por esto, en el blog obsevaréis que, a partir de ahora, unos ejercicios serán de manera muy obvia y directa de desarrollo de la atención plena y otros, en cambio, serán más bien ejercicios de concentración "pura"; pero todos ellos van destinados al logro del desarrollo de la Atención Plena, imposible sin la suficiente capacidad de calmar y centrar la mente a voluntad, al menos durante unos momentos.
Como ejercicio de atención, pensad y reflexionad durante unos minutos cómo en vuestra vida, si lo analizáis cuidadosa y convenientemente, vuestra mente sólo está clara cuando está calmada, y cómo sólo está calmada cuando está concentrada en algo; sobre todo si ese algo es, a su vez, calmo, claro y agradable.
Y así ya tenéis una "pista" y una base para comprender cómo desarrollar la calma y la concentración mental, pues es algo que habréis logrado de manera inconsciente o involuntaria no pocas veces. Y con la mente calmada y clara por la concentración, es mucho más fácil aplicar y desarrollar la atención plena a cuanto experienciamos en la vida.
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