lunes, 13 de julio de 2015

Pensar un poquito menos, vivir mucho más.

La Atención Plena no es un conjunto de técnicas, sino una actitud general y básica ante la vida, ante la existencia; es una forma de vivir diferente a la habitual, que proporciona una experiencia de vida más directa, sana, despierta, feliz y plena; proporciona "más vida" a la  vida de cada uno. Las técnicas que muestro en el blog son "tan solo" ejercicios para entrenar a nuestra mente en adquirir esa actitud de atención plena en la vida cotidiana, logrando así la persona disfrutar de sus frutos.

No solemos darnos cuenta de hasta qué punto evitamos hacer eso en nuestra vida diaria al estar viviendo casi exclusivamente a través de nuestros pensamientos, de eso que he denominado en el blog varias veces  nuestra "cháchara mental", sea que se produzca esta en forma de palabras, imágenes o meras "sensaciones" o "impresiones" mentales más o menos definidas.

Debemos tener presente que sólo "experienciamos" o vivimos realmente aquello que tenemos en nuestra mente en un momento determinado; sobre todo, aquello cuanto ocupa o emplea las facultades de la mente consciente, de la consciencia; y normalmente, salvo en el caso de las personas que han cultivado con éxito de forma continuada la Atención Plena (Vipassana o Mindfulness), lo que ocupa nuestra mente, a todas horas y casi sin control ni conciencia de ello, es esa "cháchara mental", mezclándose (o imponiéndose) en la consciencia con cada una de las experiencias directas de la realidad de cada "aquí y ahora".




Un punto que debemos tener en cuenta es que la realidad, sea cual sea su naturaleza última, la conocemos a través de eventos y fenómenos psicofísicos experimentados de forma instantánea, según los está captando o "recogiendo" nuestro sistema perceptivo; a partir de ese momento, todo ello se convierte en contenidos mentales, en "cuadros mentales" compuestos de elementos tales como recuerdos, residuos de las impresiones sensoriales recibidas, pensamientos y emociones que provienen tanto de la experiencia más reciente, como de otras que nuestra mente asocia, consciente e incoscientemente (y de formas no necesariamente racionales ni sanas) con otras anteriores y con, por ejemplo, proyecciones de futuro, temores, expectativas, deseos, añoranzas, apegos, repulsiones, etc. 

En conclusion:  solemos vivir, por tanto, salvo momentos muy determinados, una especie de realidad paralela construida en nuestra mente a base de pensamientos y "cuadros mentales", mientras la realidad pasa por delante de nuestros sentidos sin ser percibida claramente, en plenitud o con precisión, sino que es percibida y vivida a través de la espesa cortina de nuestra incesante y casi nada controlada actividad pensadora y emocional.

Pensar no está "mal" en absoluto. Es una capacidad humana muy valiosa y muy útil. 

Pensar nos permite comprender mejor las cosas y, gracias al lenguaje, nos permite también estructurar nuestras experiencias y conocimientos para poder comunicarlos a otros. Pero la utilidad verdadera y real de pensar se da cuando pensamos lo adecuado en los momentos adecuados, como también el lenguaje es utilísimo y muy necesario, pero sólo en el momento y sobre el tema oportunos y no cuando se emiten palabras incesantemente sobre cualquier cosa. Y eso siempre que no perdamos de vista que tanto las palabras como los pensamientos y los "cuadros mentales" NO SON LA REALIDAD, sino siempre un producto de ella y, en el mejor de los casos, símbolos o reflejos mentales de ella.

Lo que no es tan favorable es volverse incapaz en mayor o menor medida de vivir la realidad presente según está transcurriendo debido a que la mente está constantemente a "otra cosa" total o parcialmente; que esté en otro momento y lugar (en una realidad virtual, en definitiva, construida por ella misma y, sobre todo, a base de pensamientos y emociones incesantes y cambiantes) prácticamente a todas horas, mientras la vida real pasa ante nosotros sin ser percibida en plenitud y con precisión. Esto es, que la vida pase mientras tú estás ocupado con otros planes. Y el instante ido, mucho me temo que nunca vuelve, por más que lo desees con todas tus fuerzas. Cada instante o lo has vivido según se fue desplegando o lo has perdido irremediablemente.

La Atención Plena trata de detener ese proceso, por unos instantes al menos, y de entrenar a la propia mente para que sea mucho más capaz de vivir cada instante en plenitud según está transcurriendo, pues AL FINAL SÓLO ES VERDADERAMENTE REAL LO QUE ESTÁ TRANSCURRIENDO AQUÍ Y AHORA, sea esto lo que sea y sea como sea (agradable o desagradable, bello o feo, sutil o burdo, alegre, triste o indiferente, aburrido o estimulante, ...).

Todo lo demás es, salvo en momentos muy concretos, "ruido de fondo" e "interferencias" creadas por la propia actividad mental, descontrolada total o parcialmente. Es una falsa realidad reflejada en nuestra mente; una realidad virtual y, muy a menudo, una pura fantasía.


En resumen: del mismo modo que no tenemos por qué estar pendientes y hacer caso de cada sonido, palabra, discurso o imagen que está presente en el entorno en los momentos en que estamos tratando de hacer algo muy determinado y necesario (por ejemplo, cuando estamos en el trabajo realizando una tarea concreta), porque entonces no atenderíamos debidamente lo que corresponde, tampoco tenemos por qué hacer caso, tomarnos en serio ni estar pendientes de cada pensamiento o de cada emoción u "ocurrencia" que tenga o manifieste nuestra propia mente en cada momento. Y, de verdad, que no pasa nada malo (más bien sucede todo lo contrario) cuando hacemos ese ejercicio de no hacer caso a todos los contenidos que ELABORA nuestra mente prácticamente sin cesar.

Cuando lo logramos, aparece en primer lugar una muy grata sensación de paz, de serenidad, junto con otra de frescura de la mente, de apertura y receptividad a lo que está transcurriendo aquí y ahora, tanto exteriormente a uno mismo como en nuestro interior. Esto es, mejora extraordinariamente nuestra comunicación con la realidad presente (la única verdadera de raíz), así como nuestra consciencia (precisa, grata y serena) de la misma. Y no creo que esto pueda ser catalogado como desfavorable o malo ni que menoscabe en nada nuestras capacidades y potenciales como seres humanos. Más bien es todo lo contrario.

Ahora, un ejercicio, simple -como todos los de Atención Plena y los de Concentración-, destinado a experimentar lo que he explicado en esta entrada y a entrenar a la mente para que se acostumbre a no hacer caso compulsiva, innecesaria e inconscientemente a todo lo que pasa por ella en un momento determinado, como si todo fuera útil, válido, favorable o adecuado al momento presente.

Nos sentamos en alguna de las posturas para la práctica formal de la Atención Plena (en el suelo o en una silla adecuada).

Dedicamos uno o dos minutos a sentir o "vivir" la postura, la experiencia directa de estar así sentados.

Cuando lo hayamos hecho y la mente esté algo más serena y lúcida, cambiamos el foco de nuestra atención (y, por tanto, de nuestra experiencia) a la respiración, que será, como siempre, nasal y abdominal.

Tras un par de minutos (o el tiempo que nos resulte grato y cómodo) experimentando consciente y serenamente nuestra propia respiración, "abrimos" el foco de atención de la mente a cualquier experiencia que capte, sea del exterior o de nuestros propios cuerpo o mente.

Dejamos, por tanto, la mente en su estado más básico de percepción, de captar las cosas según están aconteciendo e "impactando" en ella.

Y permanecemos así, sin dejarnos llevar por esas experiencias ni reprimiéndolas en modo alguno. 

 
Simplemente las percibimos y las dejamos "estar" tranquilas, surgiendo y cesando por sí mismas, como si fuéramos una especie de espejo que se limita a ver o reflejar lo que sucede según está aconteciendo.

Surgirán también, muy probablemente, infinidad de pensamientos (recuerdos, deseos, fantasías, imaginaciones, planes de futuro, etc.), con sus correspondientes emociones. Está bien que así sea. Simplemente los notamos, sabemos que están ahí, surgiendo y cesando unos tras otros, alternándose con otras percepciones de las cosas, de la realidad... y los dejamos estar; los dejamos en paz, tranquilos, sin hacer nada especial con ellos. Que surjan, cesen y cambien por sí mismos, sin más; sin añadirles, quitarles ni cambiarles nada.

La mente simplemente lúcida, tranquila, atenta, despierta, percibiendo todo ello sin más, según transcurre, sea lo que sea.

Cuando notemos que es el momento de cesar en el ejercicio, salimos suavemente de él y seguimos, sencillamente, con nuestra vida cotidiana. Da igual que hayamos estado "mucho" o "poco" tiempo haciéndolo. Cuando, por lo que sea, notemos que es el momento de salir de él, lo hacemos con toda suavidad y naturalidad.

Este ejercicio tan simple, realizado con regularidad, crea en la mente una nueva forma de abordar las cosas y, sobre todo, las propias creaciones y "ocurrencias" espontáneas de la mente que constituyen nuestra habitual "cháchara mental". La mente se "reajusta" por sí misma a partir de lo que experimenta durante las sesiones de este ejercicio (como de cualquiera de los que comparto con vosotras y vosotros en este blog), sin necesidad de que demos vueltas con nuestros pensamientos sobre ello. Y, además de eso, induce en la mente un estado de mucha mayor serenidad, lucidez y capacidad de vivir las cosas más plena y directamente según están aconteciendo aquí y ahora.

Practicadlo y comentad cuanto consideréis de interés o consultadme vuestras dudas,  por medio de los comentarios o vía email, que tenéis aquí.

¡Hasta pronto!


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